De cerrar la puerta y
no olvidar colocar la llave
del lado que quede el cuerpo,
adentro no habrá quien abra.
De lo difícil que es tender la cama
con esa sábana pirata,
metes dos esquinas
y a la tercera se sale la primera.
A menos que se mantengan las cuatro manos
hoy sólo dos.
De los recuerdos en la basura,
los poemas de amor, de sangre,
de niños olor a chocolate...
junto a las deudas de la vida.
De lo que surja en el día,
la cucaracha caminando por el cabello,
luego los gritos, el desespero hasta darle muerte...
el ataúd, una extensa cantidad de papel toulet
y a la papelera del baño.
De no trasnocharse,
conseguirle acomodo a la almohada
y no permitir interferencias internas.
Mandar a dormir a los pensamientos.
De intentar levantarse temprano,
no inmutarse, ni deprimirse al girar y
encontrar el espacio vacío.
De sentarme a colorear la piel de Luciano,
verlo comerse el pincel
y las ganas.
De respirar profundo
y jactarse con el olor que ha dejado en la cama,
¡sin exagerar!
debe durar al menos tres días.
De escuchar este silencio
que ahora inunda el cuarto.
De encender el televisor,
escuchar chespirito desde la cocina
y así sacarle una sonrisa al alma.
De recoger la basura que han botado los
perros.
De matar a la mosca cuando no deje
escribir,
el fusil -matamosca-
aún está donde lo dejaste.
aún está donde lo dejaste.
De alegrar al corazón
con una buena melodía.
De dormir interminables horas
esperando el regreso.
De buscar, todas las noches,
el peluche: perro-conejo
en la otra cama.
De mantener las manos ocupadas,
escribir un mal poema y confeccionar un buen
cuaderno.
De imaginarnos, hablando,
bailando,cocinando…
De pensar en el desayuno: pan.
De pensar en el almuerzo: pan.
De pensar en la cena: pan.
De buscar a Luciano y enviarle
a través del aire dulces besos,
de tomarlo entre mis manos,
de morderlo,
de regalarle mi nariz y que la chupe.
De hacer el día agradable,
reír y soñar con tu regreso.
Verte feliz, tranquilo, amoroso.
De escribir, vivir, sentir
así la soledad y los pesares se nos abalancen.
De despertarme y ver cómo tus ojos me ven,
iluminados llenan los míos de luz.
De escribir el poema más cursi,
el que siempre he querido escribirte
y nunca ha salido el pendejo ese.
De un poema cursi
porque te amo y sabes que daría estos pies y sus
cayos.
Te daría de mi copa,
del pan que espero amasar un día sábado,
estas calles, los perros que la habitan, la
luciérnaga en el cuarto. Te amo y mentiría
si dijera que no te extraño. Que he intentado llorar,
que la poesía no me deja dormir,
que quiere dedicarte este cursi poema
cargado de ti, de mí,
de las noches interminables
con poemas de Sabines y el Chino Valera,
porque en definitiva de eso se trata.
De romper el poema,
por patético, por no dar la talla,
por querer parecerse al otro,
esta vaina es mía
y punto.
De saberse íntegramente poética.
De ir cerrando los ojos
porque mañana hay que trabajar,
aún faltan dos días para el descanso
y no llegarás...hasta el domingo.
De no tomarme la pastilla hoy,
es muy tarde y no deseo levantarme
en la madrugada a orinar y no encontrarte.
De tomar el lápiz y dibujar tu rostro en
la pared.
De darme la vuelta, no encontrarte,
ver encendida la luz de la cocina y extrañarte.
De toparse con el silencio
en esta esquina y evitar inmutarse.
De socavar los pensamientos
De ver condensada la energía,
abrir paso con las manos
y entrar a casa.
De tocar estas paredes frías
y hablarles y animarlas
y hacerlas reír.
De colgar algún cuadro
que decore el pasillo.
De no pensar en las ausencias.
De lanzar cayenas al mar.
De colocar la canción
que hace vibrar.
De escribir en el pizarrón acrílico
la nota preliminar al llanto.
De vaciar y llenar el closet
una y otra vez.
De pegar el zapato
cansado de andar.
De quitarse uno a uno
los cadillos de la piel.
De dejar reposar la vista en la biblioteca
y observar de vez en cuando borrosa las acciones.
De cortarse las uñas.
De lavarse el cabello
De tenderse en la cama
y sentir cómo la pesadez disminuye.
De no pensar.
De coleccionar árboles
hechos poemas.
De distinguir la luciérnaga
que aparece en el cuarto al apagar la luz.
De cepillarse el hablar
y no saber qué decir
y a quién.
De perder los pensamientos en el hueco del
techo.
De sentarse a meditar
y labrar en el hueco del techo
un jardín de cayeras
De recibir a Luciano dando sus primeros pasos.
De verlo y vernos crecer.
De amar.
Dar la vuelta a la página y estar completos,
seguros.
Texto: Jenifeer Gugliotta Guedez
Ilustación: Pemo Jiménez
Ediciones Madriguera
Publicado en Diciembre 2013
Coro - Falcón - Venezuela
"DE ESO SE TRATA"